BUFÓN Y TRUHÁN. Por Daniel Coronell

BUFÓN Y TRUHÁN. Por Daniel Coronell

Se entiende el voto protesta que encarna Rodolfo Hernández. Hay mucha gente cansada de lo mismo. Colombia no aguanta otro gobierno como el actual. Ni quiere que siga entronizada la impunidad del poderoso. Tampoco que el nuevo y torpe ungido se presente como el artífice del cambio. Ni soporta los restos de un centro de indefiniciones y peleas que jamás entendió su responsabilidad. Ni un caudillo mesiánico del cual esté prohibido discrepar sin caer en la lapidación pública. Todo eso es agobiante, pero este remedio de última hora puede resultarnos peor que la enfermedad.

La historia está llena de ejemplos. Ecuador eligió presidente a Abdalá Bucaram, el pintoresco alcalde de Guayaquil, que bailaba en las tarimas y salpicaba con lenguaje de carretero sus discursos políticos porque “así es como habla el pueblo”. Estuvo apenas 5 meses y 25 días en la presidencia antes de ser destituido. Sin  embargo, la huella de esa mala decisión electoral sigue incrustada en la historia.

A otro de esos personajes lo llamaban también “el ingeniero”. Quedó de segundo en la primera vuelta en Perú sacando del juego al candidato del oficialismo. Llegó a la segunda para enfrentar a quien largamente había sido el favorito de las encuestas. Era Alberto Fujimori y su rival –teóricamente invencible— Mario Vargas Llosa. Los crímenes y corrupción del régimen de Fujimori siguen a la vista de todos.

Ese voto burlón para castigar al sistema puede terminar con la elección de payasos o de tiranos, o de una mezcla de ambos.

Colombia no sabe casi nada de Rodolfo Hernández, pero muchos ciudadanos están pensando votar por él, no porque lo consideren especialmente capaz sino como una expresión de castigo a todo lo demás. 

Rodolfo Hernández es ligero en sus conceptos y pando en sus pensamientos. Sin embargo, es un fenómeno en la comunicación política. Logra la sobresimplificación del discurso, casi su miserabilización. No pretende expresar pensamientos complejos solo  frases de reguetonero “relocos, papi, relocos”. Construye videos y frases virales. Sus divertidos TikTok son celebrados y multiplicados por millares de personas en las redes sociales. 

La imagen bonachona de abuelo sonriente trae cierta brisa fresca y paternal en una campaña marcada por la polarización. 

Otra de sus líneas de producción es la del hombre fuerte. Entre los clásicos de Hernández está una escena –nada espontánea– en la que sabiéndose grabado regaña exaltado a un grupo de policías de tránsito de Bucaramanga. Sin pruebas los culpa de estar extorsionando la gente.

La payasada aumenta de volumen ante la indefensión de los alféreces que tienen que aguantarse, sin chistar, los insultos del señor alcalde. Para que su público disfrute saca el pecho fingiendo indignación: “A mí no me encaraman”, “Me le enfrento al que sea”, “El que paga el sueldo es ese hombrecito”. Esta última expresión es para referirse a los ciudadanos comunes. 

Hay cierto desdén feudal en “el ingeniero” cuando llama a alguien “hombrecito”. Fue grabado mientras explicaba cómo funciona el fabuloso negocio con el que hizo una fortuna que algunos estiman en 100 millones de dólares: “Yo mismo financio los edificitos que hago y yo cojo las hipotecas, que esa es la vaca de leche. Imagínese, 15 años un hombrecito pagándome intereses. Eso es una delicia”.

Otros “hombrecitos” y “mujercitas” se quedaron esperando que cumpliera su promesa de darles vivienda, que respaldó con una engañosa carta-cheque, para ganar sus votos a la alcaldía.

Una de sus más célebres patanadas ha sido convertida en meme, emoticón y GIF. Muchos la celebran como si fuera una pieza de humor, un juego del Chapulín Colorado con su chipote chillón. Se trata, en realidad,  del golpe artero del entonces alcalde de Bucaramanga al concejal John Claro por atreverse a hablar del involucramiento del hijo de Rodolfo Hernández en un negocio.

Lo que en las redes sociales es risible resulta siniestro en la vida real.

Hernández, que tiene investigaciones pendientes en la Procuraduría y está imputado en la Fiscalía por interés indebido en la celebración de contratos, se proclama paladín contra la corrupción.

Viejo aliado político de Álvaro Uribe y hacedor de negocios con su hijo Tomás, ahora quieren presentarnos a Hernández como un firme opositor del uribismo.

Sé que muchos electores no se sienten representados por los candidatos que fueron quedando en esta carrera, pero sin duda este caballero es una de las peores opciones.

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